Ya está, estoy harto, dijo Alfredo al escuchar por enésima vez los gritos de sus vecinos en el enésimo asado de la semana un día martes. Se habían mudado hace poco y no habían percatado los vecinos molestos que no solo gritaban sino que improvisaban recitales a las 4 de la mañana sin ningún reparo.
Alfredo había hablado con dos de ellos, pero sin resultado. Mientras miraba el techo oscuro y pensaba el pesado día que le iba a tocar en su oficina, soportaba siete voces cantando no tan al unísono "Siguiendo la luna" de los Cadillacs imitando cada uno de los siete a Vicentico. Alfredo probó con tapones para oídos, inductores del sueño, melatonina y cerrar las ventanas, pero las desafinadas voces eran fantasmas que se filtraban por cualquier hendija hasta llegar a sus oídos.
La almohada hacía una U sobre su cabeza, Alfredo dio catorce vueltas antes de dormirse, se levantó a orinar, miró por la ventana, el calor del verano era insoportable, el olor a asado tardío llegaba en forma de humo mezclado con las voces y el malhumor. Probó escucuhar música para dormir, que se sobreponía esta vez a Vení Raquel de los Decadentes. Esa mezcla sonora extraña era peor que nada. Apagó la música e irritado buscó una jarra, la llenó de agua y luego de abrir la ventana la arrojó con toda la fuerza sobre sus ruidosos vecinos. Los cantos cesaron y al unísono se escuchó un "Ehhhhh" y algunos insultos. Alfredo se acostó enojado. Su cuerpo no se relajaba, su corazón latía. La bulla seguía con mas intensidad que antes. Malditos adolescentes, dijo mientras suspiraba e insultaba mirando el blanco techo que era mas negro que nunca. Ahora la canción era una cumbia. No soportando mas, se puso las zapatillas, una remera y asi despeinado y con una bronca que no sentía desde hacía tiempo bajó las escaleras y se enfiló hacia la casa decidido a todo. Tocó el timbre furioso y esperó. La música se escuchaba desde la vereda. Al rato la puerta se abrió. Un chico de 15 años apareció y lo miró a los ojos. Alfredo, quien iba a gritarle algo, quedó mudo. Miró al chico, sus palabras se trabaron, empezó a marearse. El chico lo miró y le dijo "si?" Alfredo salió corriendo, llegó a su cama y se acostó llorando. Pensativo, agitado, angustiado. El chico que abrió la puerta era él. Pudo ver en un vistazo rápido a sus amigos de cuando tenía 15 años: el rolo, el panchi, el Loro...
Sacándose las zapatillas se acostó y trató de dormir pero la música una vez mas no lo dejaba. Ahora la canción era El viejo de arriba, de la Bersuit
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