Confesiones
insensatas, veo en mis ojos mi mundo enjaulado, las celdas nacen de mi cerebro,
barrotes de pluma de paloma agitan sus alas metálicas enseñándome a volar.
Hace
tiempo, cuando el tiempo ardía como el fuego, me infiltraba en la claroscura
noche y gritaba un hola a las olas,
agitaba mis pupilas hacia el ocaso.
Poco a poco vi el ardor de las almas y vi
los témpanos de la soledad infinita. Vi el desfile de las cosas y aprendi a
nadar en la lluvia. Mis manos se arrugaban ante las tinieblas y al tocar lo
emblemático, las municiones apuntaban a algún resplandor lejano. Las veces que
he derrochado proyectos con una serenidad que movía hasta los sauces del Yaham.
Ante mi
esqueleto resonaban azares, peces, dialectos personales que mi sombra repartía
al mundo. El pasto crecía reproduciendo su verdor y en las alfombras mi pena
ambulaba como un fantasma. Las cejas se cerraban con una llave caníbal que encendía el humo de
la verdad. Debo confesarlo, el perdón tiene un sencillo y escaso valor especialmente cuando el futuro se ríe de
nosotros.
8-06-03
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